CUENTOS COMPLETOS
Por Juan José Manauta-(Eduner)
Autor de un libro ya clásico: la novela Las tierras blancas (1959) llevada luego al cine por Hugo del Carril, el escritor entrerriano Juan José Manauta (1919) es también responsable, entre otras obras, de varios volúmenes de cuentos no menos significativos. Esta cuidada edición de tapa dura, publicada por la Universidad Nacional de Entre Ríos, reúne Cuentos para la Dueña Dolorida (1961), Los degolladores (1980), Disparos en la calle (1985), Colinas de octubre (1989), El llevador de almas (1998), a los que se agregan dos relatos no incluidos antes en libro.
Aunque, como el mismo Manauta señala con ironía en un brevísimo prólogo, existe la tendencia entre nosotros a descalificar la poética del realismo, conviene recordar que la descalificación resultaría aplicable en todo caso a los clichés representativos en que cayeron muchos epígonos, pero no desde luego, sus grandes exponentes. Exentos de clichés, los cuentos de Manauta se atienen más bien al verso de Paul Eluard: "Hay otros mundos, pero están en éste". Ni "realistas" en un estrecho sentido programático, ni menos "universales", por el hecho de que transcurran mayormente en Gualeguay, que cualquier narración situada en Corrientes y Callao, estas narraciones entablan fecundos contrapuntos y trasvasamientos entre lo percibido y lo imaginado, entre la realidad y el deseo, entre la vigilia y el sueño. Recuperan, por lo demás, para el mapa total, histórico y geográfico de la Argentina, una memoria y un paisaje. El paisaje fluvial del "Entre-Ríos" (que alguna vez soñó con ser república) y la densidad de un pasado sumergido, desde el antiguo sustrato cultural guaraní, desde el entreverado mestizaje de aborígenes, africanos, gringos y criollos, desde los tiempos de Francisco Ramírez y la Delfina, hasta el asesinato de Ricardo López Jordán. La marginación y la violencia del presente se entienden, en muchos de los relatos, a partir de las derrotas de esa historia, cuyas huellas repercuten en todos los desamparados de la actualidad. Dos figuras, a la manera de don Quijote y su escudero, las del mayor Ponciano Alarcón y su ayudante Martín Flaco, atraviesan inolvidablemente varios libros en una épica de perdedores no por ello menos heroica y tanto más conmovedora.
"Bárbaros" y mujeres, dos grandes asignaturas pendientes de la literatura y la historiografía argentina, hablan aquí desde sus propias voces, adquieren una interioridad tan compleja como verosímil. La sección "Mujeres" de los Cuentos para la Dueña Dolorida nos depara una galería de retratos donde las retratadas, autónomas, quiebran y desconciertan la mirada de los otros para revelarse y rebelarse, desde su verdadero ser. Las mujeres -dice el mayor Ponciano al joven Martín Flaco- no son de nadie, sino de aquel al que ellas mismas han elegido. Una aseveración que el narrador respeta dejándose apropiar por esas voces femeninas, encarnadas con intensidad poco frecuente.
Muchas destrezas de avezado narrador se aprecian en la escritura de Manauta: la tensión precisa, el final ajustado y a menudo sorprendente, la multiperspectiva, las subjetividades ricas, de entonación creíble. Habría que agregar la frecuente belleza de una prosa que logra quizá sus momentos más altos en un terreno muy difícil, el del amor y el erotismo.
La edición se enriquece con material iconográfico y con dos cartas, una de Héctor P. Agosti y otra de Manuel Mujica Láinez donde este último comenta con justificable entusiasmo los cuentos de Los degolladores .
María Rosa Lojo